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El tratamiento convencional contra el cáncer cuando esta en etapa avanzada consiste en quimioterapia de dosis máxima tolerada, así como radiación para el control local. Desafortunadamente, la supervivencia a cinco años para los tumores sólidos en etapa avanzada ha mejorado mínimamente en los últimos 50 años (Morgan G, Ward R, Barton M, Clinical Oncology, 2004), a pesar del desarrollo de fármacos dirigidos y agentes específicos.
Durante casi medio siglo, el tratamiento sistemático del cáncer ha estado dominado por el uso de la dosis máxima de quimioterapia tolerada. Si bien el progreso ha sido modesto en términos de curar o prolongar significativamente la vida de los pacientes, tiene un alto precio. Los efectos secundarios tóxicos se asocian con frecuencia con la quimioterapia basada en MTD (Maximun Tolerated dosage o Dosis Máxima Tolerada) y la mejoría a menudo es, en el mejor de los casos, mínima.
Además, las pausas prolongadas entre los ciclos de tratamiento de la dosis máxima también pueden permitir que las células cancerosas se recuperen e incluso desarrollen resistencia, lo que finalmente resulta en un fracaso del tratamiento y en la progresión del cáncer. A menos que una terapia citotóxica erradique todas las células cancerosas, su aplicación a una población tumoral produce fuerzas de selección natural que seleccionan a las células que son resistentes a la terapia. En esencia, la administración repetida de la quimioterapia de dosis máxima tolerada produce un cáncer más resistente que eventualmente no responderá a ninguna quimioterapia (esto es análogo al tratamiento de una bacteria con múltiples antibióticos, hasta que la bacteria se vuelve resistente a todos los antibióticos).
Otras causas del fracaso de la quimioterapia incluyen un suministro deficiente de sangre al tumor (que inhibe la administración de la quimioterapia) y bajas concentraciones de oxígeno en el tumor, lo que aumenta la resistencia a la quimioterapia al tiempo que fomenta la propagación de tumores en busca de un mejor suministro de sangre. Un principio fundamental de la quimioterapia es usar medicamentos que sean más tóxicos para las células que se dividen rápidamente. Sin embargo, dado que estos fármacos no se dirigen específicamente a las células tumorales, sino que interfieren con la división celular, tienden a dañar las células en división normal de los tejidos que se regeneran rápidamente, por ejemplo, la médula ósea, la mucosa intestinal y las células del folículo piloso. Además, los tumores son heterogéneos (lo que significa que consisten en diferentes tipos de células); el borde externo consiste en células en replicación, que son susceptibles de ser eliminadas por la quimioterapia, mientras que la masa interna consiste en células en estado inactivo o no dividido. Las células en el borde externo del tumor son las que son atacadas más fácilmente por las terapias citotóxicas (debido tanto a su proximidad a los vasos sanguíneos como a su rápido crecimiento).
Debido a esto, los médicos investigadores del cáncer se están alejando del enfoque histórico de talla única y están comenzando a buscar quimioterapia personalizada. Es evidente para muchos médicos e investigadores de todo el mundo que los tratamientos contra el cáncer, para que sean más efectivos, deben ser individualizados.
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